En la zapatería | |||
Pedro fue a comprar un par de zapatos. En la zapatería estaba una dulce ancianita que se acercó a él. Tenía los ojos llenos de lágrimas. - Perdóneme, joven -le dijo con acento emocionado-. Tiene usted un gran parecido con mi hijo, que murió hace poco. Tuve que contenerme para no decirle ¡Hijo mío! Usted sabrá disculparme. - No se preocupe, señora -respondió conmovido-. No me habría molestado si me hubiera usted dicho eso. Entonces la ancianita le dijo con vacilante vos: - Le parecerá una tontería, pero me haría usted sentir muy bien si al salir de la tienda yo le dijera "¡Adiós, hijito!", y usted me contestara:"¡Adiós, mamá! ¡Te veré en la casa!" - No hay problema -respondió Pedro con una sonrisa de ternura-. Me alegrará hacerla sentir bien. En efecto, poco después la ancianita se encaminó hacia la salida. Se volvió, y desde la puerta le dijo con cariñosa voz: - ¡Adiós, hijito! - ¡Adiós, mamá! -respondió el muchacho-. ¡Te veré en la casa! Cuando fue a pagar los zapatos que había escogido la cajera le dijo: - Son 5 mil 500 pesos. -¡Cómo! -se sorprendió Pedro-.¡Estos zapatos cuestan 900 pesos! - Sí -respondió la cajera-. Pero su mamá se llevó tres pares, y dijo que usted los iba a pagar. | |||
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